The following is a Spanish translation of “The Evil of the National Security State” by Jacob G. Hornberger. The translation was done for FFF on a complimentary basis by a FFF supporter in Spain. Please share it with your Spanish-speaking friends.
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Uno de los aspectos más llamativos de las audiencias de la Warren Commission, fue su extremo secretismo. La mayor parte de las audiencias, tanto vistas probatorias como autos, se celebraron a puerta cerrada. Además, al concluir las audiencias, la comisión ordenó que el grueso de la documentación permaneciese vedado al público durante 75 años.
¿Por qué? Si el acusado, Lee Harvey Oswald, no era realmente más que un asesino solitario que decidió matar a John Kennedy cuando se enteró de que su comitiva pasaba delante del edificio donde trabajaba Oswald, ¿por qué tanto secretismo? ¿Por qué no se informó de todo al público?
La respuesta reside en la idea de “seguridad nacional”. Desde el momento en que tuvo lugar el asesinato de Kennedy, las pruebas indican que altos funcionarios americanos, incluido el nuevo presidente, Lyndon Johnson,
estaban trabajando sobre dos pistas: una apuntaba a Oswald como asesino solitario y la otra apuntaba a Oswald como agente de Cuba y de la Unión Soviética.
La primera iba destinada al pueblo americano. A las pocas horas de detener a Oswald, los funcionarios americanos dieron media vuelta asegurando a la nación que Oswald había actuado solo al matar al presidente. Y los agentes federales cerraron inmediatamente la investigación para aclarar si el asesinato de Kennedy formaba parte de una conspiración.
La segunda pista se refería a lo que cabe considerar como la más grave amenaza a la seguridad nacional en la historia de EEUU, más grave aún que la crisis de los misiles de Cuba, que había llevado a EEUU y a la Unión Soviética al borde de una guerra nuclear varios meses antes del asesinato.
Si el pueblo Americano se enterase de que Oswald había estado actuando como agente de Cuba y de la Unión Soviética cuando mató a su presidente, no hay la menor duda de que exigiría represalias inmediatas contra ambos países, lo que inevitablemente conduciría a una guerra nuclear.
El asesinato de un jefe de estado extranjero promovido por otro estado sería considerado, claro está, como un acto de guerra. ¿Cómo podría EEUU no responder militarmente al asesinato comunista de su presidente en pleno auge de la guerra fría?
¿Por qué no estaría dispuesto el gobierno de EEUU a responder de esa manera? Un posible motivo sería un alto secreto de la seguridad nacional por aquel tiempo: que fue el propio estado de la seguridad nacional – en concreto la CIA – el que inició el juego de asesinatos intentando repetidamente matar al líder cubano, Fidel Castro. También se mantuvo en secreto, por razones de seguridad nacional, el que la CIA se había aliado con la mafia para asesinar a Castro.
¿Cómo justificarían entonces Lyndon Johnson y el estado de la seguridad nacional el declarar la guerra a Cuba y a la URSS para vengar la muerte de Kennedy, una guerra que inevitablemente sería nuclear y costaría la vida a decenas de millones de americanos, ya que Cuba y la Unión Soviética sólo habrían tomado represalias, no la iniciativa, al usar a Oswald para asesinar a Kennedy?
Se cierra la pista dos
Eso explicaría por qué los funcionarios de EEUU pararon de inmediato toda investigación sobre si Oswald actuó en complicidad con otros. Según la versión oficial de los hechos, los funcionarios americanos no dudaban de que Oswald era el autor de los disparos. Pero, de llegar a la conclusión de que éste actuó en complicidad con otros, los únicos cómplices verosímiles eran Cuba y la Unión Soviética.
Debido a la amenaza de una guerra en gran escala con armas nucleares, todo indica que usaron esa amenaza para atribuir el asesinato sólo a Oswald, el asesino solitario, y cerrar una investigación seria sobre si la muerte de Kennedy era parte de una conspiración, ayudando así a ocultar las pruebas de que fue víctima de una conspiración.
Inmediatamente después de los disparos, el grupo anti Castro con el que Oswald había establecido contacto en Nueva Orleáns, el Directivo Revolucionario Estudiantil (DRE) empezó a emitir informes públicos señalando las conexiones de Oswald con Cuba, la Unión Soviética y el comunismo. Contó que Oswald intentó pasarse a la Unión Soviética, que repartía panfletos a favor del Fair Play for Cuba Committe y que tenía inclinaciones comunistas. El DRE obviamente se empleó a fondo para relacionar el asesinato de Kennedy con Cuba y la Unión Soviética.
Lo que los americanos no sabían entonces y de hecho no sabrían durante muchos años es que el DRE estaba estrechamente supervisado y financiado por la CIA, en concreto, por un agente de ésta llamado George Joannides. Cuando el House Select Committee on Assassinations empezó a investigar de nuevo, en los últimos 1970, el asesinato de Kennedy, la CIA llamó a Joannides de su retiro para que hiciese de enlace suyo con el comité. Quejó en secreto, sin embargo, el papel de Joannides con el DRE en los meses previos al asesinato. Más tarde, en los años 1990, cuando el Assassination Records Review Board (ARRB), creado a raíz de la ola de protestas provocada por la película de Oliver Stone JFK, impulsó la desclasificación de documentos relativos al asesinato, el presidente del comité sugeriría que la CIA había obstaculizado la acción de la justicia al no revelar el papel de Joannides. En aquel tiempo, Joannides había muerto y por ello no podía testificar. Resulta peculiar que, hasta el presente, la CIA se haya negado taxativamente a facilitar toda su información acerca de la relación de Joannides con el DRE.
Cuando Johnson estaba formando una comisión para investigar el asesinato, todo apunta a que seguía la pista dos – la supuesta complicidad de Oswald con Cuba y la Unión Soviética – con al menos dos de las personas designadas por él para estar en la comisión – el presidente del tribunal supremo federal, Earl Warren, que presidiría la comisión, y el senador Richard Russell. Al resistirse ambos a formar parte de la comisión, Johnson recurrió al espectro de una guerra nuclear que costaría la vida a unos 40 millones de americanos.
Cabe preguntarse: ¿Por qué hablaría de eso Johnson? Si Oswald no era, en efecto, nada más que un asesino solitario, ¿Cómo podría entonces la investigación del asesinato llegar a provocar una guerra nuclear entre EEUU y la Unión Soviética? La respuesta es: de confirmarse, por una investigación oficial del gobierno, que las conexiones de Oswald con la Unión Soviética alcanzaban el nivel de una conspiración soviético-cubana con éste para matar a Kennedy, con toda probabilidad se tomarían represalias, y éstas conducirían a una guerra nuclear. Así, cuando Johnson mencionó a Warren y Russell dicha posibilidad como consecuencia del asesinato de Kennedy, sólo habría estado aludiendo a (1) la posibilidad de que Oswald actuase por encargo de Cuba y la Unión Soviética y (2) la importancia para la seguridad nacional (y para la vida de millones de personas) de atribuir el asesinato únicamente a Oswald para evitar una guerra nuclear con los sóviets.
Sin duda, había pruebas más que suficientes para relacionar a Oswald con Cuba y los sóviets – su confesada simpatía por el comunismo, su intento de pasarse a la Unión Soviética, sus conexiones con el Fair Play for Cuba Committee y el partido comunista americano, así como sus posibles recientes visitas a la embajada de Cuba y de la URSS en México, donde se habría encontrado con uno de los principales asesinos de la KGB.
Pero había aún más. Había también pruebas de que Kennedy había sido alcanzado de frente. Si Oswald disparó a Kennedy por atrás, y si Kennedy fue alcanzado también de frente, entonces eso sólo podía significar una cosa:
Oswald no actuaba en solitario al disparar al presidente, y, dados los antecedentes de Oswald, los demás conspiradores verosímiles sólo podían ser Cuba y la Unión Soviética.
Alcanzado de frente
¿Cuáles son las pruebas de que Kennedy fue alcanzado de frente? Parte de ellas es lo que sigue a continuación.
Primera, hubo docenas de personas que corrieron hacia el montículo verde frente a la comitiva presidencial inmediatamente después del asesinato porque estaban seguras de que los disparos habían partido de esa dirección.
Segunda, hubo varios médicos y enfermeras que atendieron a Kennedy y afirmaron que tenía un orificio en la parte posterior de la cabeza que tomaron por una herida de salida.
Tercera, hubo el informe del agente del servicio secreto Clint Hill, que saltó a la parte posterior de la limusina del presidente inmediatamente después de los disparos y empujó a Jacqueline Kennedy para atrás al interior del vehículo, que confirmaba el orificio en la parte posterior de la cabeza de Kennedy.
Cuarta, hubo el fragmento del cráneo de Kennedy, que encontró Harper después de los disparos, procedente de la parte posterior de su cabeza, según los médicos de Dallas.
Quinta, hubo el testimonio ante el ARRB de la suboficial de marina Saundra Spencer, que servía en el Naval Photographic Center, donde reveló las fotografías oficiales para la Casa Blanca, afirmando que vio una fotografía de la autopsia de Kennedy que presentaba un orificio en la parte posterior de la cabeza.
Sexta, hubo el testimonio ante el House Select Committee on Assassinations de personal presente en la autopsia confirmando el orificio en la parte posterior de la cabeza de Kennedy.
Séptima, hubo la conferencia de prensa, dada por los médicos de Dallas tras ser declarada la muerte de Kennedy, en la que dijeron que el proyectil entró por la parte anterior del cuello.
Octava, hay la fotografía del secretario de prensa de la Casa Blanca Malcolm Kilduff, tomada inmediatamente después del asesinato, en la que apunta a la sien derecha de su cabeza indicando que Kennedy habría recibido el tiro por delante.
Así, dadas todas esas pruebas y más, no habría sido difícil convencer a la gente de que Oswald no había actuado en solitario al disparar contra el presidente. Todo lo que habría que hacer era mostrar a la gente que Oswald disparó desde atrás y que al menos otra persona disparó de frente. Y para explotar las graves implicaciones de la conspiración, seguridad nacional y guerra nuclear, bastaba con recordar a la gente las conexiones de Oswald con el comunismo, Cuba y la Unión Soviética.
Las pruebas demuestran que, mientras que la pista uno – la teoría del asesino solitario – iba destinada al pueblo americano, la pista dos – la amenaza para la seguridad nacional – estaba dirigida a personas dentro del gobierno para ocultar las pruebas de la conspiración.
En efecto, hay pruebas de que la pista dos no sólo se aplicó a los miembros de la Warren Commission, sino también a los funcionarios de la seguridad nacional del estamento militar, ya que finalmente fueron los encargados de realizar la autopsia del cadáver del presidente.
El papel de los militares
¿Por qué los militares? Al fin y al cabo, Oswald era, sin duda, un civil. Tampoco era nada más que un supuesto tipo solitario que decidió asesinar al presidente. El asesinato era un crimen que sólo competía al estado de Tejas, donde el asesinato del presidente no era un crimen federal en aquel tiempo. ¿Qué derecho podría tener una agencia principal dentro del estado de la seguridad social para realizar la autopsia del cadáver del presidente?
Había posiblemente dos razones: (1) camuflar la investigación del asesinato dentro de la intriga de la seguridad nacional y procurar que los americanos no hiciesen muchas preguntas al mantener secretas las actuaciones; y (2) asegurar la participación activa de los militares, jurando sigilo, para ocultar, por la seguridad nacional, los disparos por delante.
Según la ley de Tejas, la autopsia del cadáver del presidente deberían realizarla funcionarios tejanos. Pero, los funcionarios del servicio secreto se negaron tajantemente a permitirla. Esgrimiendo armas y amenazando con disparar a matar al juez de Tejas que firmaría la defunción, se abrieron paso sacando del Parkland Hospital el cadáver del presidente.
Mientras, Lyndon Johnson estaba esperando el ataúd en el Dallas Love Field, donde esperaba el avión en la pista, cuyos asientos traseros estaban siendo desmontados para cuando llegase el ataúd. Aunque Johnson había evocado el espectro de que EEUU podría estar siendo atacado por la Unión Soviética mientras él esperaba en el Parkland Hospital, se opuso a permitir que despegase su avión hasta que fuese entregado el ataúd de Kennedy. Como una autopsia habría durado obviamente varias horas – un retraso inaceptable para el regreso de Johnson a Washington – era evidente que los agentes del servicio secreto seguían órdenes suyas para sacar de Parkland el ataúd sin haber realizado la autopsia y llevarlo rápidamente al avión de Johnson en Love Field.
¿Por qué era tan importante quitar el cadáver de las manos del forense de Dallas? Porque una autopsia auténtica y veraz habría revelado que presentaba impactos de frente, lo que obviamente habría destruido la teoría del asesino solitario y conducido inevitablemente al escenario de una guerra nuclear. Esto es, los americanos habrían visto que algunos tiros llegaron de frente, lo que habrían relacionado con las actividades pro comunistas de Oswald previas al asesinato, sacando la conclusión de que también los cubanos y los sóviets estaban detrás del mismo. Dada la enorme tensión entonces existente, reclamarían represalias inmediatas, que indefectiblemente darían lugar a una guerra nuclear. Sacar la autopsia de las manos de los funcionarios tejanos y ponerla en las del estado de la seguridad nacional había sido la única manera de evitar ese desenlace.
Dada la cultura de los militares, no habría sido difícil falsificar la autopsia. Todo lo que los altos funcionarios americanos, incluido el presidente, habrían tenido que hacer es explicar que EEUU afrontaba la mayor crisis de la seguridad nacional de su historia y que los militares tenían que practicar una falsa autopsia para ahorrar a la nación y al mundo entero un holocausto nuclear, del que la administración Kennedy habría sido responsable por haber sido ésta la que inició el juego de asesinatos con sus intentos de asesinar a Castro.
Ante semejante escenario, no hay militar en el mundo que hubiese desobedecido órdenes de hacer cuanto fuese necesario para salvar al país e, igualmente importante, guardar secreto de por vida todo cuanto hubiese tenido que hacer.
En efecto, los militares exigieron a quienes participaron en la autopsia juramento formal de guardar sigilo, indicando que, si violaban el juramento, les esperaba un consejo de guerra o algo peor. Cuando, en los 1970, el House Select Committee on Assassinations intentó comentar con algunos que figuraban en la lista su actuación en la autopsia, muchos estaban aún demasiado asustados para hablar.
Todo resulta muy extraño, ya que, según la versión oficial del gobierno, Oswald no era nada más que un asesino solitario. Pero todo cuadra si, en efecto, el gobierno estaba usando a los militares para ocultar las pruebas de una conspiración, lo que podría conducir a una guerra nuclear.
También se comprende por qué la Warren Commission ordenó guardar secretos sus documentos durante 75 años, pese a su conclusión oficial de que Oswald había actuado en solitario. Si la seguridad nacional dependía de ocultar a los americanos las pruebas de una conspiración, debido a que podrían exigir represalias por el asesinato, sería importante obviamente ocultar esa información a generaciones de americanos.
La orden de la Warren Commission de retardar la difusión de los documentos del asesinato de Kennedy favoreció al estado de la seguridad nacional en muchos sentidos. Por ejemplo, el papel de la CIA y de George Joannides en las actividades del DRE no se conoció hasta después de morir Joannides y de realizar dos investigaciones del asesinato de Kennedy.
Después de celebrar sus audiencias el House Select Committee on Assassinations, varios de los antiguos implicados, liberados ya de su juramento de sigilo, se ofrecieron a revelar a investigadores privados del asesinato que habían presenciado la llegada del cadáver del presiente a la morgue de Bethesda, donde se realizó la autopsia, envuelto en un saco mortuorio y en un simple ataúd de transporte. Si bien, el cadáver del presidente salió del Parkland Hospital envuelto en sábanas blancas y en un costoso ataúd con ornato de funeral.
Contener al ARRB
Más tarde, el Assassination Records Review Board aportó pruebas adicionales, incluido un informe oficial preparado en su día por el sargento Roger Boyajian, que apoyaba la versión de que el cadáver de Kennedy llegó a la morgue más de una hora antes de la que constaba oficialmente y en un ataúd diferente de aquél en que se introdujo el cadáver en Parkland. (Y esto implica que el ataúd de Dallas, al que acompañó Jacqueline Kennedy desde la base aérea de Andrews hasta el hospital naval de Bethesda, estaba vacío.
¿Cuál habría sido la intención de hacerlo? Una razón habría sido alterar el cadáver antes de empezar la autopsia formal con objeto de ocultar las pruebas de los disparos frontales. En efecto, el informe oficial aportado por dos agentes del FBI presentes en la autopsia – unos agentes que nunca fueron llamados a testificar ante la Warren Commission ni ante el House Select Committee – indicaba que se había practicado una cirugía previa a la autopsia en la cabeza de Kennedy.
¿Investigó entonces el ARRB si se había falsificado la autopsia? No. ¿Por qué? Porque, cuando el congreso creó el ARRB, le prohibió estrictamente volver a investigar el caso. Hay que imaginárselo. Su misión se limitaba estrictamente a dirigir la desclasificación de documentos. ¿Por qué haría eso el congreso? ¿Por qué no querría el ARRB investigar si encontraba hechos que requerían ser investigados?
El ARRB determinó también que hubo dos exámenes de cerebro separados, lo que era altamente inusual, máxime habiendo afirmado los médicos de la autopsia que sólo tuvo lugar un examen. Pero, más inusual todavía, el ARRB determinó también que se examinaron dos cerebros separados, uno de los cuales no pertenecía obviamente a Kennedy.
¿Por qué lo harían los funcionarios militares? Una razón sería ocultar las pruebas de que una bala había entrado de frente en al cabeza del presidente y salido por atrás. Además, el segundo cerebro examinado tenía un peso mayor que un cerebro humano normal, pese al hecho de que todos coincidían en que se había perdido gran cantidad de masa encefálica por el disparo que alcanzó a Kennedy en la cabeza.
¿Investigó eso el ARRB? No. De nuevo sus estatutos prohibían volver a investigar una parte cualquiera del caso sin importar lo que los nuevos documentos disponibles revelasen.
Durante años, la gente había creído que el famoso film de Zapruder había ido a parar a las oficinas de la revista Life cuando ésta se lo compró a Abraham Zapruder. No fue así. Como se detalla en el libro de cinco tomos Inside the Assassiation Records Review Board, de Douglas P. Horne, que perteneció al equipo del ARRB, el film acabó en realidad en manos de la CIA. (El libro de Horne, junto con el de David Lifton, titulado Best Evidence, ofrece un detallado análisis de muchas de las cuestiones tratadas en este artículo.)
¿Por qué la CIA? Si se suponía que era un asesinato cometido por un tipo solitario, ¿qué interés tendría una de las principales agencias del estado de la seguridad nacional en un film de un asesinato cometido por un tipo solitario? Una posible explicación sería retocarlo, en concreto, para borrar el orificio de salida en la parte posterior de la cabeza del presidente.
¿Imposible? Bueno, como Horne relata en su artículo “The Two NPIC Zapruder Film Events: Signposts Pointing to the Film’s Alteration”, que aparece en Lew Rockwell.com, el film fue llevado a una instalación de alto secreto de la CIA en Washington, D.C., el sábado noche que siguió al asesinato. Allí, el film fue examinado, y se prepararon paneles de instrucciones para los funcionarios de la CIA.
Las pruebas indican que el film se envió luego a un centro fotográfico altamente secreto de la CIA en la sede de Kodak en Rochester, New York. ¿Por qué? Una posible razón sería para alterar el film, puesto que el centro contaba, en efecto, con los medios para realizar un retoque profesional del mismo.
¿Investigó esto el ARRB? No. De nuevo, el congreso limitó sus estatutos a desclasificar documentos, prohibiendo volver a investigar el caso.
El ARRB recogió los informes y testimonios del fotógrafo oficial de la autopsia, así como de las personas implicadas en el revelado, de alto secreto, de las fotografías de la autopsia. Las pruebas demuestran no sólo que había fotos en la colección oficial que no habían sido tomadas por el fotógrafo oficial, sino también que algunas de las fotografías que éste hizo no estaban incluidas en la colección de la autopsia.
Entre las fotos oficiales de la autopsia había una que mostraba completamente intacta la parte posterior de la cabeza del presidente, lo que contradecía todos los informes que atestiguaban un orifico de salida en esa zona.
¿Realizó el ARRB una investigación de las fotografías de la autopsia? No. El congreso había prohibido hacerlo.