The following is a Spanish translation of “The Evil of the National Security State” by Jacob G. Hornberger. The translation was done for FFF on a complimentary basis by a FFF supporter in Spain. Please share it with your Spanish-speaking friends.
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En pleno auge de la guerra fría, en los primeros 1960, cuando el gobierno de EEUU hacía cuanto podía por derrotar al comunismo y destruir a los comunistas, tuvo lugar una serie de hechos de los más notables en la historia del estado de la seguridad nacional de EEUU. Un americano que decía amar a los comunistas, al comunismo y al marxismo – un hombre que claramente hacía cuanto podía por unirse al enemigo oficial de América, la Unión Soviética – un hombre que se supone facilitó información altamente secreta sobre la seguridad nacional a los sóviets – un hombre que hacía campaña abiertamente, aquí en EEUU, a favor de Cuba y el comunismo – un hombre que quizá visitó la embajada soviética y la cubana en México con la evidente idea de regresar a la Unión Soviética – se paseaba por el escenario de la guerra fría con virtual inmunidad por su acción hostil otorgada por el estado de la seguridad nacional. Este increíble episodio bien puede calificarse de milagro de la guerra fría. Y ese hombre era un ex marino americano llamado Lee Harvey Oswald.
La historia oficial: Oswald se alistó en la marina y se convirtió en un comunista declarado. Durante su etapa en la marina estudió ruso de alguna manera, una lengua extranjera que muchos convendrán en que es muy difícil de aprender, máxime sin el apoyo de una escuela de idiomas o un tutor.
Poco antes de cumplir el tiempo reglamentario en la marina, Oswald obtuvo permiso para licenciarse con antelación porque su madre había sufrido una herida y necesitaba asistencia. Era mentira. A raíz de ser licenciado, se encaminó a la Unión Soviética, si bien aún no está claro de dónde sacó el dinero para pagar el viaje.
En la Unión Soviética, Oswald fue a la embajada americana, donde intentó renunciar a su nacionalidad americana. Dijo a los funcionarios de la embajada de EEUU que iba a revelar muchas cosas que él conocía a los sóviets, una amenaza de peso, ya que Oswald estuvo estacionado en una base de la fuerza aérea americana en Japón, la misma del avión espía supersecreto U-2 del gobierno de EEUU.
Después de vivir unos años en la Unión Soviética, durante los cuales se casó con una rusa, obtuvo permiso de los funcionarios americanos para retornar a EEUU, prestándole también ayuda financiera el gobierno de EEUU para hacer el viaje a casa.
Oswald se mudó a Dallas, donde encontró empleo en un centro fotográfico, que casualmente realizaba trabajo clasificado para el gobierno de EEUU.
Luego se trasladó a Nueva Orleáns y allí consiguió empleo en una compañía ubicada en medio de oficinas y agencias que mantenían lazos con la inteligencia de EEUU. Allí formó una célula local del Fair Play for Cuba Committee, una organización pro cubana en la que el gobierno de EEUU tenía infiltrados e intentaba destruir. Al mismo tiempo fue estableciendo contacto por escrito con el partido comunista americano.
Durante su estancia en Nueva Orleáns redactó panfletos a favor del Fair Play for Cuba Committee, atreviéndose incluso a repartirlos por la calle a las tropas americanas que llegaban en un buque de la marina de EEUU. Por alguna razón desconocida, selló con el remite algunos de los panfletos enviados a las oficinas de un funcionario retirado del FBI que tenía lazos con la inteligencia de EEUU.
Oswald también estableció contacto con un grupo anti Castro que la CIA estaba financiando en secreto y supervisando estrechamente mediante un agente suyo llamado George Joannides, que por alguna razón la CIA mantuvo oculto casi tres decenios ante – entre otros – la Warren Comission en 1963 y el House Assassination Committee en los últimos 1970.
Oswald ofreció primero ayudar al grupo y luego volvió a ser persona pro Castro, implicándose en un altercado público con el grupo al repartir sus panfletos del Fair Play for Cuba Committee. Detenido por alterar el orden público, Oswald consiguió que lo visitara en la cárcel un agente activo del FBI.
Más tarde, Oswald se procuró un visado para México. Los investigadores descubrieron que, cuando estaba esperando en la cola para sacar el visado, había un agente de la CIA delante de él en la cola, algo que la CIA logró mantener también secreto durante decenios. Parece que Oswald visitó luego la embajada cubana y la soviética en México, solicitando permiso para volver a la Unión Soviética vía Cuba. Se dijo que en sus visitas se encontró con un asesino principal de la KGB.
Al regresar a Dallas, Oswald consiguió empleo en la Texas School Book Depository, desde donde se afirma que disparó sobre John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963. El 25 de noviembre Oswald era abatido a tiros por un hombre llamado Jack Ruby. La Warren Commission concluyó más tarde que Oswald era un tipo solitario y que fue el solo el que asesinó a Kennedy.
Cómo trataron a otros
¿Por qué se conoce el caso Oswald como el milagro de la guerra fría? Porque pese a ser un comunista declarado que evidentemente había traicionado a su país, avergonzado a la marina americana, pasado información secreta al enemigo declarado de EEUU, la URSS, propagado abiertamente el comunismo por las calles de América y visitado la embajada cubana y la soviética supuestamente para retornar a la URSS, el estado de la seguridad nacional no le puso un dedo encima al tipo.
No hubo citación ni acusación ante un gran jurado, ni se intervino ilegalmente su teléfono, ni se sondeó subrepticiamente su vida sexual, ni se encarceló al combatiente enemigo, ni se lo torturó, ni lo acosaron los empleadores, ni ocurrió nada significativo contra un hombre que supuestamente era uno de los mayores traidores en la historia de EEUU.
¿Es ésta la manera de reaccionar del gobierno de EEUU que esperaríamos ante una persona así? Todos sabemos que es exactamente lo contrario. Esperaríamos que el gobierno fuese detrás de ella para darle su merecido.
Pensemos, por ejemplo, lo que hizo con Daniel Ellsberg. Éste únicamente contó las mentiras y engaños del pentágono al New York Times e, indirectamente, a los americanos. El gobierno fue tras él tan implacable como cabía esperar. Lo acusó y buscó la manera de meterlo entre rejas por muchos años. Pero eso no fue todo. Hombres al servicio del gobierno cometieron un grave delito irrumpiendo en la consulta psiquiátrica de Ellsberg. ¿Con qué propósito? Simplemente para recabar información sobre su vida íntima, incluyendo asuntos sexuales, para avergonzarlo, humillarlo y destruir su credibilidad. Esto es lo que esperaríamos del gobierno.
Recordemos lo que el gobierno le hizo a John Walker Lindh, llamado el taliban americano. Lo torturó, desnudó y exhibió desnudo; lo acusó, declaró culpable y condenó a una larga pena de prisión. ¿Qué hizo Lindh? Se implicó en la guerra civil afghana uniéndose al bando equivocado – es decir, al que se convertiría en el enemigo de América tras los ataques del 11/09. Por ello pagó un precio muy alto a manos del estado de la seguridad nacional de EEUU. La forma en que el gobierno trató a Lindh es como esperaríamos que actuase.
Pensemos en Martin Luther King Jr., el Premio Nobel de la Paz. Él era el objetivo de otra gran agencia dentro del estado de la seguridad nacional – el FBI – y en particular de su veterano director J. Edgar Hoover. Su guerra contra el comunismo era anterior a la segunda guerra mundial. Totalmente convencido de que América corría peligro de caer en manos comunistas, Hoover y el FBI se saltaron todas las barreras para evitar que así fuese, desde escuchas ilegales a ciudadanos americanos a espionaje secreto de la gente, intromisión en su vida privada, particularmente en su actividad sexual y sus inclinaciones, mantener archivos secretos de las personas e infiltrarse en organizaciones consideradas subversivas.
Entre sus mayores convicciones figuraba la de que el movimiento pro derechos civiles de EEUU era en realidad una fachada del movimiento comunista internacional. Así es que Hoover enfocó su FBI sobre Martin Luther King Jr., incluyendo espiar su vida privada y colocar escuchas para controlar sus teléfonos. Lo peor fue que Hoover y su FBI intentaron provocar el suicidio de King con la amenaza de revelar cosas comprometedoras que habían sabido por las escuchas ilegales.
Nada de esto sorprenderá a nadie. Es como esperaríamos que actuasen los funcionarios federales al toparse con un americano cuya lealtad parecía estar del lado de los comunistas.
Pensemos en Bradley Manning, el soldado de EEUU acusado de haber revelado información comprometedora sobre el gobierno americano a WikiLeaks. Éste soldado fue encarcelado, brutalmente torturado con un largo periodo de prisión incomunicada, sin tener en cuenta que en nuestro sistema judicial rige la presunción de inocencia. En verdad, todos sabemos que los funcionarios de EEUU se relamen ante la perspectiva de echarle el guante al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, y condenarlo por espía de acuerdo con la Espionage Act de 1917.
¿El recluta?
Así es como esperaríamos que reaccionasen los funcionarios de EEUU en similar situación.
Pero he aquí a un antiguo miembro de la marina americana que mintió para poder licenciarse antes de tiempo, supuestamente se declaró comunista, supuestamente se pasó a la Unión Soviética, el enemigo de América en la guerra fría, presumiblemente facilitó a los sóviets la información secreta que adquirió en el servicio militar, supuestamente propagó el comunismo por las calles de América y supuestamente visitó la embajada soviética y la cubana en México y – ni siquiera una citación para testificar ante un gran jurado federal, mucho menos ser acusado ante él.
¿Qué podemos pensar de ello? Me parece – y así les pareció a muchos investigadores del asesinato de Kennedy a lo largo de los años – que sólo hay una explicación verosímil para la extraña conducta del gobierno respecto a Lee Harvey Oswald – que éste era en realidad un agente secreto, altamente entrenado, de la inteligencia de EEUU, casi seguro, de la CIA. Así, si repasamos la vida de Oswald bajo esta hipótesis, los aspectos extraños e inusuales de cómo lo trató el gobierno desaparecen.
¿Qué mejor lugar para reclutar personal la CIA que las fuerzas armadas y, sobre todo, la marina? ¿No esperamos en general que la gente que se alista en la marina sea en extremo leal al gobierno? En una encuesta, la mayoría de los americanos probablemente opinaría que la marina es el arma donde se encuentra el personal militar más leal y patriótico.
¿Qué probabilidad hay de que un marino de EEUU mute en un comunista declarado? Y si sucediese, máxime en el auge de la guerra fría, cuando el estado de la seguridad nacional hacía cuanto podía por desenmascarar a los comunistas dentro del gobierno de EEUU y destruirlos, ¿qué probabilidad había de que la marina no se interesase por un autodeclarado comunista en sus mismas filas?
Pero, si era un recluta de la CIA que estaba siendo entrenado para ser un comunista autodeclarado, entonces la marina cooperaría plenamente como es natural. En efecto, la marina habría contribuido a que Oswald aprendiese ruso mientras hacía el servicio militar.
¿Habría sido inusual que la marina entrenase a gente para pasar por auténticos comunistas? Naturalmente que no. Al fin y al cabo, tanto el FBI como la CIA estaban infiltrándose en las organizaciones pro comunistas como el partido comunista americano y el Fair Play for Cuba Committee y colocando topos en ellas. Esos topos tenían que actuar bien, logrando mantener en secreto que en realidad trabajaban para el estado de la seguridad nacional.
Veamos ahora el Fair Play for Cuba Committee, una organización que integraba a muchas personas conocidas de América, de las cuales algunas simpatizaban con los principios socialistas de la revolución cubana y otras simplemente eran contrarias a que EEUU interfiriese en los asuntos cubanos, incluyendo el embargo. El estado de la seguridad nacional de EEUU, convencido de que la organización era una cabeza de playa comunista dentro de EEUU, se aprestó a hacer todo lo posible por destruirla, incluido el colocar un topo en ella.
Al mismo tiempo, el estado de la seguridad nacional de EEUU estaba haciendo otro tanto contra el partido comunista americano.
Así, normalmente se esperaría que el estado de la seguridad nacional se subiese por las paredes a causa de Oswald, pero no ocurrió. Al contrario, en el auge de la guerra fría este ex marino, que supuestamente traicionó a su país haciéndose comunista y, peor aún, pasándose a la Unión Soviética, el enemigo de EEUU en la guerra fría, se paseaba por el escenario de la seguridad nacional sin provocar la implacable venganza que esperaríamos del gobierno americano.
Si Oswald era en realidad un agente de la inteligencia americana, eso explicaría el que los funcionarios de la seguridad nacional no le pusiesen un dedo encima en Nueva Orleáns, cuando el supuesto traidor de América, supuesto amante de los comunistas y el comunismo y supuesto abogado de Cuba les tocaba las narices a los funcionarios de la seguridad nacional repartiendo públicamente panfletos del Fair Play for Cuba Committee por las calles de Nueva Orleáns y, casi al mismo tiempo, contactando con el partido comunista americano. Parecía que las actividades de Oswald bien podrían ser parte de una operación más amplia para destruir ambas organizaciones. El papel de Oswald como agente de la inteligencia explicaría también el que un hombre de la CIA estuviese siempre delante suyo en la cola para sacar el visado para México. Y también el que la CIA, que vigilaba de cerca las embajadas de Cuba y la Unión soviética en México con fotografías y escuchas, no le hiciese nada tras esas visitas.
También explicaría por qué el remite estampado en algunos panfletos de Oswald a favor del Fair Play for Cuba Committee llegó al despacho del antiguo agente del FBI, Guy Bannister, y por qué Oswald fue visto a veces visitando ese despacho.
También explicaría que Oswald, un supuesto perdedor, tuviese influencia bastante para pedir y recibir la visita de un agente del FBI en su celda de la cárcel de Nueva Orleáns cuando estaba arrestado por alterar el orden público.
También explicaría por qué Oswald al principio ofreció ayudar al DRE, la organización anti Castro de los exiliados cubanos, financiada en secreto por la CIA y supervisada por el agente de ésta George Joannides.
También explicaría por qué el hermano del presidente, Robert F. Kennedy, dijo a un exiliado anti Castro tras ser detenido Oswald, “Un tío vuestro lo hizo”. ¿Por qué iba Kennedy a situar a Oswald, un supuesto pro comunista, en el bando de los anti comunistas? Parece que la única explicación verosímil es que él estaba informado de que Oswald era en realidad un agente de la inteligencia de EEUU.
La Warren Commission
La Warren Commission celebró el 22 de enero de 1964 una reunión que permanecería secreta para el pueblo americano. Se convocó para estudiar el rumor de que Oswald era un agente secreto pagado por el FBI. Al terminar la reunión, el antiguo director de la CIA, Allen Dulles, que formaba parte de la Warren Commission, solicitó que el acta de la reunión se destruyese. La Commission aceptó la propuesta de Dulles. Años después se supo que la cinta grabada por un periodista de los tribunales había escapado a la destrucción. A ella tuvo acceso el investigador del asesinato de Kennedy durante muchos años Harold Weisburg. ¿Cómo resolvió la Warren Commission la cuestión? Preguntó al director del FBI J. Edgar Hoover y al director de la CIA Richard Helms si Oswald era, en efecto, un agente de la inteligencia. Los dos contestaron a la Commission que no, y aquí se acabó todo.
La Commission obviamente creía no tener opción y dio por buenas las respuestas de ambos. Después de todo, imagínense los siguientes titulares en los principales medios: “La Warren Commission sugiere que la CIA y el FBI mienten respecto a Oswald. Esto es lo que la Commission habría hecho de profundizar en el tema – habría acusado a Hoover y Helms de mentir respecto a Oswald. ¿Y cómo habría podido investigar la Commission el asunto? Obviamente tanto el FBI como la CIA nunca habrían entregado voluntariamente documento alguno indicando la posición de Oswald.
Incluso investigar el rumor habría exigido una actuación extremamente audaz contra el FBI y la CIA. La probabilidad de que se produjese ésta era nula. Sobre todo en pleno auge de la guerra fría. Una exacerbada lucha entre la Warren Commission y el estado de la seguridad nacional de EEUU obviamente habría representado una grave amenaza para la seguridad nacional, y más el sugerir que la CIA y el FBI mentían y que el supuesto asesino de John F. Kennedy era un agente de la inteligencia americana.
La Warren Commission vio que se abría un abismo y dio carpetazo al asunto aceptando la versión de la CIA y del FBI de que Oswald no era un agente de la inteligencia americana. Al fin y al cabo, hay que pensar en las posibles derivaciones del caso si eso era lo que Oswald era en efecto. Éste se convertiría de supuesto asesino solitario en supuesto asesino solitario de la CIA. La Warren Commission habría tenido además serias dificultades para llegar rápidamente a esa conclusión sin poder investigar a fondo las actividades de Oswald en la CIA.
Pero en realidad había otra probable razón – una mucho mayor – para que la Warren Commission rehusase investigar a fondo si Oswald era, en efecto, un agente de la inteligencia americana. Esa razón explicaría también por qué los funcionarios de EEUU fueron tan intransigentes y exigieron que la autopsia de Kennedy, en vez de realizarse en Dallas como prevé la ley de Texas, la efectuasen los militares de EEUU.
¿Cuál era la razón mucho mayor? Se trata de las dos palabras mas importantes en la vida del pueblo americano tras terminar la segunda guerra mundial: “seguridad nacional”.