The following is a Spanish translation of “The Evil of the National Security State” by Jacob G. Hornberger. The translation was done for FFF on a complimentary basis by a FFF supporter in Spain. Please share it with your Spanish-speaking friends.
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Los americanos deberían haber sospechado que algo iba mal cuando, terminada la segunda guerra mundial, los funcionarios de EEUU empezaron a alistar a antiguos nazis en los servicios del gobierno. Si se piensa en la enorme mortandad y destrucción de la segunda guerra mundial y en el holocausto, la Alemania nazi era sin duda uno de los peores regímenes de la historia. Y la principal razón para entrar América en la segunda guerra mundial – eliminar ese régimen perverso.
Incluso aquí reclutaban y empleaban los funcionarios de EEUU a nazis. ¿La razón? ¡Había empezado la guerra fría! Los aliados habían vencido a la Alemania nazi, pero en seguida tuvieron un nuevo enemigo oficial – la Unión Soviética, su aliado y socio durante la guerra.
La captación de funcionarios nazis señalizó lo que sería el leit-motiv del estado de la seguridad nacional de EEUU. El fin justificaba los medios. Cuanto hubiera que hacer para derrotar al comunismo – en primer lugar la Unión Soviética, pero también la China roja y Corea del Norte – se consideraba moralmente justificado. Una razón que llevaría finalmente a adoptar políticas que eran, irónicamente, las características de los regímenes totalitarios como la Alemania nazi y la Unión Soviética.
Pensemos, por ejemplo, en los experimentos con drogas altamente secretos de la CIA, un programa conocido como MKULTRA, en el que la CIA administraba a americanos libres de toda sospecha LSD y otros psicofármacos. Lo hizo con personas en hospitales, en cárceles y con otras más, con el conocimiento y colaboración de funcionarios de esos centros. Siempre bajo la promesa de guardar secreto, pero sin el consentimiento de muchas de las personas a las que trataban con drogas.
¿Cuál era la justificación para esos experimentos que se parecían bastante a las investigaciones médicas realizadas por los nazis? La seguridad nacional, naturalmente. Los funcionarios del pentágono y de la CIA se habían enterado de que la Unión Soviética estaba experimentando con LSD en personas. Por eso los funcionarios de EEUU pensaron que, para estar al mismo nivel que los comunistas y poderlos vencer, había que hacer lo mismo. En la guerra a veces es inevitable sacrificar vidas. El fin justifica los medios.
Es imposible saber cuántas mentes humanas resultaron dañadas o destruidas o cuántas personas llegaron a morir. Cuando la información sobre el programa salió al público, la CIA destruyó la mayor parte de los archivos del MKULTRA, sin duda por razones de la seguridad nacional. Pues si el público y el mundo llegasen a conocer los detalles, incluyendo la identidad de las víctimas, la CIA podría verse afectada, lo que según los funcionarios de la seguridad nacional amenazaba lógicamente la seguridad nacional.
Quizá el mejor informe sobre el MKULTRA está en el libro de H.P. Albarelli Jr. (2011). A Terrible Mistake: The Murder of Frank Olson and the CIA’s Secret Cold War Experiments. Este brillante y absorbente libro narra la vida y muerte del agente de la CIA Frank Olson.
Durante años la versión oficial de la CIA era que Olson se había suicidado al sufrir una crisis de depresión. Todo era mentira. Muchos años después de su muerte se supo que la CIA lo había sometido a un experimento con LSD, sin decirle ni preguntarle nada.
Una vez conocida la verdad, la CIA cambió la historia oficial. En la nueva versión se admitía que, en efecto, se había drogado a Olson sin su conocimiento ni consentimiento. Dijeron que Olson estaba sufriendo alucinaciones y depresiones a consecuencia del experimento con LSD, lo que supuestamente le condujo a saltar desde una ventana de un piso alto de un hotel de Nueva York. Según la nueva historia oficial, la CIA lamentaba profundamente lo que había hecho y se disculpó efusivamente ante la viuda de Olson.
¿Por qué iba a someter la CIA a uno de sus propios agentes a un experimento con LSD? Por la seguridad nacional, naturalmente. La CIA quería conocer cómo reaccionaba una persona que tomaba LSD sin saberlo previamente, una información que permitiría a EEUU derrotar a la Unión Soviética en la guerra fría.
Surge la lógica pregunta: ¿Por qué sentiría la CIA la necesidad de hacer eso con uno de sus agentes, precisamente cuando ya lo estaba haciendo con pacientes y presos en hospitales y cárceles?
En su libro, rigurosamente documentado y basado en fuentes confidenciales internas de la CIA, Albarelli aporta un caso convincente, demostrando que la nueva versión oficial también era mentira y que la rectificación sólo pretendía tapar el asesinato de Frank Olson.
¿Por qué asesinaría la CIA a uno de sus mismos agentes? Por la seguridad nacional, naturalmente. La investigación de Albarelli revela que los americanos no fueron los únicos en ser sometidos a experimentos con LSD. Él apunta a un lugar en Francia, Pont-St-Esprit, elegido por la CIA en 1951 para experimentar con LSD. El resultado fue la muerte de cinco personas y la necesidad de que 300 afectados recibiesen atención médica o fuesen ingresados en centros hospitalarios.
Según Albarelli, Olson había participado en el horroroso experimento con LSD quedando profundamente afectado. Finalmente, en una crisis de consciencia, reveló la operación, de alto secreto, a una persona no autorizada.
En otras palabras, Olson sabía y hablaba demasiado, convirtiéndose en una amenaza para la seguridad nacional. Si la gente se llegase a enterar del experimento de la CIA en todo un pueblo francés, eso perjudicaría a la CIA y, a su vez, amenazaría la seguridad nacional. No tenían opción. En aras de la seguridad nacional había que eliminar a Olson. Las fuentes de Albarelli revelaron que Olson no saltó por la ventana, sino que lo arrojaron por ella dos hombres que trabajaban para la CIA.
Guerra no declarada
Hubo varias operaciones de cambio de régimen en diferentes partes del mundo, en las que los agentes del estado de la seguridad nacional realizaron lo que sólo cabe describir como ataques no declarados a regímenes extranjeros con el objetivo de apartar del poder a sus gobernantes y reemplazarlos por otros afines a EEUU – siempre según el lema de que la seguridad nacional así lo requería.
En 1953 la CIA fraguó un golpe en Irán con el que logró deshacerse del primer ministro, democráticamente elegido, Mohammad Mossadegh, reemplazándolo por el brutal régimen dictatorial del shah del Irán. Huelga decir que la CIA justificó el golpe con la excusa de la seguridad nacional, diciendo que Mossadegh se estaba inclinando hacia el comunismo y la Unión Soviética. No importa que funcionarios británicos hubiesen pedido a la CIA la salida de Mossadegh por nacionalizar los intereses petroleros británicos.
Un año después, en 1954, la CIA echó al presidente de Guatemala, democráticamente elegido, Jacobo Arbenz, instalando en su lugar una brutal dictadura militar no elegida. ¿La justificación? Pues la seguridad nacional. Los funcionarios del estado de la seguridad nacional de EEUU afirmaron que Arbenz era comunista como reflejaban sus medidas económicas socialistas y sus simpatías con los comunistas guatemaltecos, de los que algunos ocupaban puestos en su administración.
No importa que altos funcionarios de la CIA y miembros del congreso fuesen accionistas de la United Fruit Company, parte de cuyas tierras eran incautadas y redistribuidas a los pobres. Los funcionarios de EEUU estaban convencidos de que la seguridad nacional de América quedaría seriamente amenazada de existir un régimen comunista en el hemisferio occidental. Al saberse que Arbenz estaba comprando armas del estado satélite soviético Checoslovaquia, su suerte estaba echada.
Es interesante que los defensores del estado de la seguridad nacional justifiquen el golpe de la CIA en Guatemala pretendiendo no sólo que protegía la seguridad nacional, sino que además salvaba a Guatemala de la tiranía y destrucción a manos de un régimen comunista. Su argumento es que las leyes y la constitución de un país no son un pacto suicida. Además, los votantes cometen errores y, si son necesarios medios ilegales para salvar al país de tales errores, entonces es justo y adecuado usar dichos medios. El fin justifica los medios.
Arbenz tuvo suerte. Al huir del país al iniciarse el golpe, salvó su vida. Luego se supo que en los planes contingentes de la CIA figuraba su asesinato y el de otros funcionarios guatemaltecos.
Hubo incontables operaciones de cambio de régimen contra Cuba, un país que nunca atacó a EEUU, incluyendo la invasión de Bahía Cochinos, ataques terroristas en suelo cubano, el embargo americano contra Cuba y, naturalmente, muchos intentos de asesinar a Fidel Castro así como a otros funcionarios cubanos.
En verdad, hay múltiples razones para creer que la CIA estaba detrás de la ejecución extrajudicial del Che Guevara en 1967, uno de los compañeros revolucionarios comunistas de Castro. Tras ser detenido por los militares bolivianos, éstos lo ejecutaron siguiendo órdenes superiores. Su muerte fue una grave violación de las leyes internacionales. Si bien la CIA siempre negó cualquier participación en esa ejecución ilegal, lo cierto es que un agente de la CIA estuvo presente durante la misma.
Dada la servil actitud de casi todos los regímenes latinoamericanos hacia los militares de EEUU, que tantos años financió y adiestró sus tropas, las probabilidades de que los militares bolivianos ejecutasen a Guevara contra la decidida oposición de la CIA eran nulas. Además, Guevara figuraba en la lista de gente a asesinar por la CIA, por lo que no cabía esperar que ésta se opusiese a su ejecución. Al poco de sucedida ésta, la CIA detalló las ventajas de la muerte de Guevara.
La CIA participó en otra ejecución extrajudicial, esta vez en Vietnam del Sur, algunos años antes que la del Che Guevara. Varias semanas antes del asesinato de Kennedy, un golpe militar urdido por la CIA logró derrocar al presidente de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem. Poco después, Diem fue detenido, y las fuerzas sudvietnamitas lo ejecutaron. Aunque la CIA negó su implicación en el asesinato, hay pocas dudas de que los militares sudvietnamitas nunca lo habrían hecho en el caso de que la CIA se hubiese opuesto firmemente a ello.
No es sorprendente que la operación de cambio de régimen auspiciada por la CIA en Vietnam del Sur se justificase aduciendo la seguridad nacional. El régimen autoritario de Diem – apoyado largo tiempo por el gobierno de EEUU – era tan brutal y corrupto que hizo crecer las probabilidades de que Vietnam del Sur fuese tomado por los comunistas. Si éstos se adueñasen de Vietnam del Sur, se produciría probablemente un efecto “dominó” que finalmente supondría la toma de EEUU por los comunistas. Por eso, la idea era que la seguridad nacional requería la eliminación de Diem.
Apoyo a las dictaduras
El apoyo a las brutales dictaduras de Latinoamérica, en general militares, fue otra práctica del estado de la seguridad nacional. Y esas dictaduras pro americanas solían ser más brutales aún que las comunistas.
Al igual que el régimen pro EEUU del shah del Irán, las dictaduras en Latinoamérica, especialmente las militares, se ensañaron con su propio pueblo – torturando, haciendo “desaparecer” y matando por miembros de las fuerzas armadas y la inteligencia entrenados por EEUU. Cada vez que los ciudadanos que sufrían esas brutales dictaduras se resistían a la tiranía propiciada por EEUU que tenían que soportar, se les acusaba de comunistas y terroristas, que había que capturar, torturar, ejecutar o suprimir de cualquier otra manera. La seguridad nacional así lo requería.
A los funcionarios de EEUU no les importaba lo que sus regímenes marionetas hiciesen con la gente en sus propios países. La seguridad nacional requiere orden y estabilidad, por eso el estado de la seguridad nacional ha preferido siempre las dictaduras militares afines a EEUU.
Cuando ciudadanos americanos eran víctimas de tortura en Latinoamérica a manos de matones militares o de la inteligencia, los funcionarios americanos mostraban una notable falta de interés. Sirva de ejemplo la tortura y violación de una monja americana, la hermana Dianna Ortiz, quien manifestó que durante su tormento estaba presente un hombre que hablaba español con acento americano. Sobra decir que ni el congreso ni el ministerio de justicia remitieron a la CIA un requerimiento pidiendo una relación de todos los agentes que operaban en Guatemala cuando la hermana Dianna fue torturada y violada. Claro está que, revelando la identidad de tales agentes, se vería amenazada la seguridad nacional. A la hermana Dianna sólo le quedaba superar su desgraciada experiencia sin esperar justicia por parte del gobierno americano.
Un caso similar es el de una mujer americana llamada Jennifer Harbury, que se casó con un insurgente guatemalteco, Efraín Bamaca Velázquez, quien luchaba contra la tiranía de la dictadura militar apoyada por EEUU en Guatemala. Bamaca fue capturado por las fuerzas guatemaltecas y luego ”desapareció”. Harbury intentó localizarlo y salvar su vida mediante una serie de huelgas de hambre y de acciones legales.
A todo esto la CIA afirmaba no tener información del paradero de Bamaca. Resultó ser una mentira. Un funcionario del ministerio del exterior dio el soplo y reveló no sólo que la CIA sabía dónde estaba Bamaca, sino que además tenía una estrecha relación de trabajo con sus torturadores y ejecutores. Cuando a Harbury le llegó esta información, los captores de Bamaca ya lo habían ejecutado, otra grave violación del derecho internacional. La CIA se vengó del soplón asegurando que éste había perdido su acreditación, no pudiendo así ocupar un puesto en el ministerio del exterior.
Y en casa…
En EEUU mismo, la preocupación por el comunismo y los comunistas movió al estado de la seguridad nacional a emprender acciones extraordinarias contra el pueblo americano, acciones constitutivas de grave violación de los principios de la libertad.
En primer lugar, se investigó y acusó a ciudadanos americanos sospechosos de tener lazos con el comunismo y el partido comunista. Su reputación y su trayectoria profesional quedaron arruinadas al suponerse que quien cree en el comunismo o ha creído en él durante una parte de su vida era sin duda una amenaza para la seguridad nacional.
Bien pocos tuvieron el coraje de hacer constar que una sociedad libre protege el derecho de las personas a creer lo que quieran, asociarse con quien quieran y promover lo que quieran, sin importar lo despreciables que tales creencias y asociaciones puedan parecer a otros. Ahora bien, el defender el derecho de la gente a ser comunista puede acarrear al defensor la acusación de ser comunista.
Tanto el FBI como la CIA espiaron ilegalmente a ciudadanos americanos controlando al detalle sus actividades mediante toda clase de escuchas. Se abrieron archivos secretos sobre personas, que, a veces, sólo detallaban su vida sexual u otras cuestiones personales para extorsionarlas, comprometerlas o destruirlas.
Naturalmente, eran cosas que hacía la Gestapo y que estaba haciendo la KGB. En opinión del funcionario medio del estado de la seguridad nacional, sin embargo, tales prácticas sólo eran malas cuando las realizaban los nazis o los comunistas. No cuando eran los funcionarios de EEUU, encargados de la difícil y peligrosa tarea de proteger la seguridad nacional de gente como los nazis y los comunistas. El fin justificaba los medios.
Pero el temor al comunismo empezó antes de la llegada formal del estado de la seguridad nacional. Como más tarde supieron los americanos, el gobierno federal tenía archivos secretos de ciudadanos sospechosos de ser comunistas, con datos desde la primera guerra mundial, cuando sus funcionarios registraban, encarcelaban y acusaban a las organizaciones comunistas-socialistas, deportando a los residentes extranjeros con ideas comunistas.
Entre las más famosas de las víctimas de ese tiempo estaba una inmigrante rusa llamada Emma Goldman, que fue detenida y deportada por propugnar la anarquía y el comunismo. Describió así sus pensamientos cuando salía involuntariamente del puerto de Nueva York: “Era mi ciudad amada, la metrópoli del nuevo mundo. Era América, en verdad, América repitiendo las terribles escenas de la Rusia zarista. Alcé la vista – ¡La estatua de la libertad!”
Entre las tácticas favoritas del estado de la seguridad nacional durante la guerra fría estaba el colocar “topos” en las organizaciones comunistas para hacerse con sus listas de afiliados, espiarlos y buscar pruebas de su subversión y traición. Si alguien era sorprendido haciendo algo ilegal, a veces se le prometía un trato indulgente si consentía en espiar para el estado de la seguridad nacional. Difícilmente notaba alguien la naturaleza totalitaria de esas medidas extraordinarias de “seguridad nacional”. Eso no importaba. Lo que importaba era derrotar al comunismo. Cuanto fuese necesario para lograr la victoria estaba justificado. El fin justificaba los medios. Si EEUU lo hacía, tenía que ser bueno, ya que lo hacía para derrotar al comunismo.
Las dos organizaciones que el estado de la seguridad nacional de EEUU había decidido destruir eran el partido comunista americano y el llamado Fair Play for Cuba Committee, una organización que aglutinaba a muchos americanos de centro que simpatizaban con la revolución comunista-socialista de Cuba. Los funcionarios de EEUU colocaron con éxito topos en ambas organizaciones. Estos topos habían sido instruidos por el estado de la seguridad nacional para hacerse pasar por comunistas y estaban tan bien entrenados que lograron confundir a los miembros de ambas organizaciones, quienes llegaron a creer que aquéllos eran los verdaderos comunistas.
Mientras tanto, en pleno auge de la guerra fría, cuando el estado de la seguridad nacional de EEUU estaba haciendo cuanto podía por destruir a los comunistas, ocurrió uno de los más misteriosos episodios de la historia del estado de la seguridad nacional, un suceso que cabe calificar de milagro de la guerra fría.
Un hombre americano que supuestamente intentaba pasarse a la Unión Soviética y prometía dar al régimen comunista soviético toda la información reunida mientras permaneció en las fuerzas armadas – un hombre que luego regresó a EEUU donde abiertamente formó una célula del Fair Play for Cuba Committee – un hombre que se autodefinía como marxista – un hombre que supuestamente había visitado la embajada soviética y la embajada cubana en México con la intención de volver de nuevo a la URSS – un hombre que se paseaba por el escenario de la guerra fría sin recibir ni una citación para comparecer ante un gran jurado, y menos ser arrestado, torturado, encarcelado o acusado penalmente por el estado de la seguridad nacional. Ese hombre, antiguo miembro de la marina americana, era Lee Harvey Oswald.