The following is a Spanish translation of “The Evil of the National Security State” by Jacob G. Hornberger. The translation was done for FFF on a complimentary basis by a FFF supporter in Spain. Please share it with your Spanish-speaking friends.
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Todo el mundo sabe que los militares y la CIA harán siempre lo que el presidente considere necesario para proteger la seguridad nacional. En nombre de la seguridad nacional echaron al primer ministro, democráticamente elegido, de Irán, Mohammed Mossadegh, mediante un golpe que dio paso al régimen brutal de un dictador pro EEUU, el shah del Irán. También se deshicieron del presidente de Guatemala, democráticamente elegido, Jacobo Arbernz, a quien siguió una serie de brutales dictadores militares serviles a EEUU. Invadieron Cuba, un país que nunca atacó a EEUU ni amenazó con hacerlo. Intentaron asesinar al presidente cubano, Fidel Castro, e incluso se asociaron con la mafia para tal fin. Sometieron a ilícitos experimentos con drogas a ciudadanos americanos sin que ellos lo supiesen. Espiaron ilegalmente a otros por sospechar que eran comunistas, destruyendo su reputación. Nada hay que los militares y la CIA no hagan para proteger la seguridad nacional.
Surge obviamente una cuestión: ¿Qué pasaría si el presidente de EEUU – el jefe supremo de las fuerzas armadas y el jefe de la CIA – fuese
él mismo una amenaza para la seguridad nacional? ¿Qué harían entonces los militares y la CIA? ¿Dejarían que se hundiese el país? ¿O tomarían las medidas pertinentes para proteger la seguridad nacional?
¿Llegó a ser el presidente Kennedy en verdad una amenaza para la seguridad nacional? Desde el punto de vista del estado de la seguridad nacional, no cabe la menor duda. Kennedy suponía una amenaza mucho más grave para la seguridad nacional de EEUU que Mossadegh, Arbenz, Castro o cualquier otro, ya que era el jefe del gobierno americano.
Dos de las mejores fuentes sobre este particular son JFK and the Unspeakable: Why He Died and Why It Matters, de James W. Douglass, un teólogo cristiano, y el capítulo cinco de Inside the Assassination Records Review Board: The Government’s Final Attempt to Reconcile the Conflicting Medical Evidence in the Assassination of JFK, obra en cinco tomos, de Douglas P. Horne, quien actuó como jefe técnico de archivos militares para la ARRB.
John Kennedy tomó posesión en 1961, en pleno auge de la guerra fría. Por entonces, el estado de la seguridad nacional de EEUU, creado en 1947, estaba en todo su apogeo, viendo en los comunistas y el comunismo una grave amenaza para la seguridad nacional de EEUU. Funcionarios a todos los niveles del gobierno federal dejaron bien claro que había que hacer, y se haría, cuanto fuese necesario para proteger de los comunistas la seguridad nacional, incluyendo acciones quizá no legales ni morales. La constitución no es, al fin y al cabo, un pacto de suicidio, como dicen los abogados del estado de la seguridad nacional.
Kennedy y Cuba
Cuando Kennedy tomó posesión, la CIA ya había iniciado planes para invadir Cuba, país gobernado por un comunista declarado, Fidel Castro. No importaba que Castro no tuviese la idea de invadir y conquistar EEUU. Y tampoco importaba que sus fuerzas armadas no fuesen, ni remotamente, capaces de llevar a cabo tan fantástico cometido. Lo que importaba es que Castro era comunista y, peor aún, que presidía un régimen comunista que sólo distaba 90 millas de la costa americana. Los militares y la CIA acordaron bien pronto que Castro y Cuba representaban una grave amenaza para la seguridad nacional de EEUU.
En 1961, la CIA contaba ya en su haber con algunos éxitos para la seguridad nacional. Ocho años antes había culminado un golpe de estado en Irán. Al año de esta operación de cambio de régimen, la repitió en Guatemala.
Cuando Kennedy tomó posesión, supo que su papel en la invasión de Cuba urdida por la CIA consistía en mentir al pueblo americano sobre la implicación de EEUU. La CIA le aseguró que la invasión no requeriría apoyo de la aviación americana, era mentira y además una trampa.
La CIA era consciente de que, una vez en marcha la invasión, si se precisase la aviación, Kennedy no podría permitir que fracasase la invasión negándose a prestar el apoyo aéreo.
Pero la trampa no funcionó. Incluso cuando la invasión amenazaba fracasar, Kennedy se negó a que interviniese la aviación. Docenas de exiliados cubanos resultaron capturados o muertos. Mientras tanto, el papel de la CIA en la invasión salió a la luz, y la agencia quedó humillada. Furiosos con Kennedy por negarles el apoyo aéreo que podría haber salvado la vida de sus amigos y aliados y liberado al pueblo cubano del control comunista, la CIA y los militares pensaban que el presidente era, en el mejor de los casos, blando e ineficaz y hasta un traidor, en el peor.
Mientras Kennedy asumía públicamente la responsabilidad por la invasión, estaba tan furioso con la CIA como ésta con él, porque se dio cuenta de que lo habían engañado. Estalló entonces una guerra burocrática entre Kennedy y la CIA, llegando el presidente a prometer “romper la CIA en mil pedazos y borrarla del mapa.” Cesó a su director Allen Dulles (a quien Lyndon Johnson incorporó más tarde a la Warren Commission), así como a sus dos adjuntos, Richard M. Bissell Jr. y Charles Cabell.
Pero, si el presidente lograse destruir la CIA, no quedaría amenazada la seguridad nacional? No cabe la menor duda. Al menos, desde el punto de vista de la CIA y de los militares. ¿Cómo podría sobrevivir la nación a la amenaza comunista si no había CIA?
Entre la invasión de Bahía Cochinos y la crisis de los misiles cubanos, el estado de la seguridad nacional puso la directa buscando el modo de deshacerse de Castro. La CIA llegó a un acuerdo con la mafia para asesinarlo, al que siguieron numerosos atentados contra Castro y actos de terrorismo, iniciados por agentes de la CIA, en el interior de Cuba.
La operación Northwoods permitió a Kennedy formarse una idea cabal de la mentalidad de los gerifaltes militares de EEUU. Según el plan, el papel de Kennedy era hacer, una vez más, de mentiroso supremo de la nación, contando al pueblo americano la falacia de que Cuba había atacado a EEUU con actos de terrorismo. Pero tales actos, que implicaban la muerte de inocentes ciudadanos americanos, los realizarían agentes o militares americanos disfrazados de terroristas cubanos. Kennedy rechazó el plan, provocando la ira del estado mayor conjunto, que se lo había recomendado por unanimidad. Los militares presentaron a Kennedy lo que consideraban un plan viable para proteger la seguridad nacional mediante un cambio de régimen en Cuba tras invadir la isla, y Kennedy dijo que no.
La crisis de los misiles
Entonces Kennedy descubrió que los sóviets estaban instalando misiles nucleares en Cuba. Los funcionarios del estado de la seguridad nacional culparon de la crisis a Castro y a los sóviets. Pero, en realidad, la responsabilidad era del estado de la seguridad nacional de EEUU, sobre todo por la firme determinación del pentágono y la CIA de efectuar un cambio de régimen en Cuba por asesinato, invasión, terrorismo u otros medios. La finalidad de los misiles soviéticos en Cuba no era iniciar una guerra nuclear, sino impedir otra invasión por parte de los militares americanos y la CIA.
Mientras duró la crisis, el pentágono y la CIA, a riesgo de una guerra nuclear, apremiaron al presidente a atacar e invadir Cuba. Nada, ni el riesgo de una guerra nuclear, podía oponerse a la eliminación de una avanzada comunista a 90 millas de la costa americana. La seguridad nacional tenía prioridad absoluta. Pero por entonces Kennedy había dejado de confiar en los militares y la CIA. Con el mundo al borde de una guerra nuclear, llegó a un acuerdo con el primer ministro soviético, Nikita Khrushchev, prometiendo que EEUU nunca invadiría Cuba y asegurando que los comunistas podrían mantener a perpetuidad su avanzada a tan sólo 90 millas de la costa americana.
De la noche a la mañana, lo que había sido la fuerza impulsora del estado de la seguridad nacional desde que Castro asumió el poder en 1959 – el cambio de régimen en Cuba – había quedado en entredicho debido al acuerdo de Kennedy con Khrushchev.
Kennedy creía que la crisis de los misiles era uno de sus mayores triunfos. Ésta no era, en cambio, la opinión del pentágono y de la CIA. A sus ojos, Kennedy había capitulado ante los comunistas. Castro y Khrushchev eran los que habían derrotado a Kennedy. Es verdad, los sóviets tuvieron que retirar sus misiles de Cuba, pero ¿y qué? Los misiles habían sido instalados para impedir que EEUU invadiese la isla. La estrategia funcionó. Y, una vez que Kennedy dio su palabra de no invadir Cuba, no había razón para mantenerlos ahí. Como parte del acuerdo, Kennedy prometió en secreto a los sóviets retirar los misiles americanos de Turquía que apuntaban a la Unión Soviética.
El profundo malestar y la sensación de traición hacia Kennedy, que había ido gestándose a partir de Bahía Cochinos, alcanzó un punto crítico entre los militares y la CIA. No hay que olvidar, claro está, que Kennedy había rechazado la operación Northwoods. De aprobar el plan, no habría habido crisis de los misiles cubanos, pues Castro habría muerto y las fuerzas de EEUU habrían ocupado Cuba.
Si la crisis de los misiles endureció la postura de la CIA y del pentágono hacia los comunistas, ésta tuvo un efecto muy diferente en Kennedy. Habiendo estado tan cerca de una guerra nuclear, en la que su mujer y sus hijos podrían haber sido incinerados, la crisis cambió radicalmente su modo de ver la vida y la relación entre EUU y la Unión Soviética. Llegó a la conclusión de que era posible que EEUU y la Unión Soviética coexistiesen sin guerra fría, de manera muy similar a como están hoy en día China y Vietnam con EEUU. En su famoso discurso en la American University anunció su intención de poner fin a la guerra fría, tendiendo la mano a la Unión Soviética en un espíritu de coexistencia pacífica. El discurso fue retransmitido por toda la Unión Soviética, donde su iniciativa fue entusiásticamente recibida por Khrushchev.
Coexistencia
Como parte de la visión de Kennedy, se llegó a un acuerdo con los sóviets para prohibir las pruebas nucleares, pese a la feroz oposición de los militares y la CIA. Kennedy ordenó también retirar miles de tropas americanas de Vietnam y manifestó a sus amigos íntimos su intención de sacar todas las tropas de Vietnam tras su reelección en 1964.
Lo que es más importante inició negociaciones personales altamente secretas con Khrushchev y Castro para poner fin a la guerra fría, algo de lo que probablemente la mayoría de los americanos no era consciente entonces.
Había un gran problema con las acciones de Kennedy, al menos desde el punto de vista de los agentes del estado de la seguridad nacional: sus acciones constituían una grave amenaza para la nación, pues, como los partidarios de la guerra fría nos recordaban constantemente, tú siempre puedes creer a un comunista…que es un comunista, pero nada más. Los comunistas estaban empeñados en conquistar el mundo, y nada podría disuadirlos de ello. Los comunistas estaban engatusando a Kennedy para que redujese las defensas de la nación para luego atacarla y aniquilarla.
Dada la grave amenaza para la seguridad nacional, sólo una cosa podía salvar a América de su presidente, y la solución no pasaba por las urnas. Ya se sabe que los votantes pueden equivocarse, como en Irán con Mossadegh y en Guatemala con Arbenz. Como el consejero de seguridad nacional de Richard Nixon, Henry Kissinger, dijo más tarde, tras la elección del comunista y socialista Salvador Allende en Chile, un tema que trataremos en la próxima entrega, “no veo por qué hemos de estar de brazos cruzados viendo como un país cae en manos de los comunistas por la irresponsabilidad de su propio pueblo”.
Obviamente, el pueblo Americano había cometido un error en las elecciones de 1960 al rechazar a Nixon, un hombre capaz de plantar cara a los comunistas, y elegir en su lugar a otro, que evidentemente era blando, ineficaz, incompetente y que temía a los comunistas – un hombre que desconfiaba de sus propios militares y de su agencia de inteligencia – un hombre cuyas acciones llevaban a América a ser tomada por los comunistas.
Durante la crisis de los misiles cubanos, Kennedy había ido mucho más allá de las advertencias que Dwight Eisenhower hizo en su discurso de despedida respecto a la amenaza para los procesos democráticos de América que suponía el complejo militar-industrial. Pero mientras que Eisenhower pensaba que la guerra fría hacía del complejo militar-industrial un mal necesario, Kennedy había decidido poner fin a la guerra fría.
El fin de la guerra fría amenazaría lógicamente la existencia del estado de la seguridad nacional, ya que la guerra fría era lo que justificaba su existencia. Obviamente, esto habría hecho peligrar billones de dólares de futuros ingresos para el conjunto de militares e inteligencia, así como para los incontables proveedores de armamento, contratistas y subcontratistas que trabajaban para él.
Tampoco debemos olvidar que Kennedy era un ardiente partidario de Martin Luther King, a quien el FBI creía un comunista. Ni el apoyo que Kennedy prestaba al movimiento pro derechos civiles, del que el director del FBI, J. Edgar Hoover, que odiaba a los Kennedys, pensaba convencido que era un frente comunista. Si eso no bastase, ahí estaban las aventuras extramatrimoniales de Kennedy, tan numerosas, alguna de las cuales podría haberle hecho vulnerable para que lo extorsionasen los comunistas. Porque, ¿quién podría decir con seguridad de que no era esa la razón para negociar en secreto el fin de la guerra fría con Khrushchev y Castro? ¿Y por qué no informaría el presidente a sus militares y su agencia de inteligencia de esas negociaciones tan sumamente importantes?
Entre las relaciones sexuales que constituían una seria amenaza para la seguridad nacional estaba la de Mary Pinchot Meyer, la ex esposa de un funcionario de la CIA. Ésta era una pacifista anti CIA y además había pertenecido al partido laborista americano, lo que hizo que la vigilase el FBI. Más aún, había pruebas irrefutables de que Meyer inició a Kennedy en el consumo de marijuana y, probablemente, también de LSD. (Véase Mary’s Mosaic: The CIA Conspiracy to Murder John F. Kennedy, Mary Pinchot Meyer, and Their Vision for World Peace, por Peter Janney.) ¿Qué habría sucedido si los sóviets hubiesen atacado cuando Kennedy estaba bajo los efectos de la marijuana o del LSD? ¿Qué pasaría si Kennedy estaba al mando de las armas americanas lanzadas estando drogado? El consumo de droga hacía ya que Kennedy fuese una grave amenaza para la seguridad nacional, que como la abrumadora fuerza de las pruebas demuestra, se solventó mediante el asesinato a manos del estado de la seguridad nacional.
Examinemos a continuación el golpe militar chileno de 1973, que tuvo lugar diez años después del asesinato de Kennedy. El golpe ocurrió irónicamente el 11.09.1973, como una premonición de la guerra del estado de la seguridad nacional contra el terrorismo tras el 11.09.2001. Durante el golpe, realizado con pleno apoyo del estado de la seguridad nacional, la CIA participó en el asesinato de dos ciudadanos americanos, asesinatos que hasta hoy siguen sin investigar e impunes.
¿La justificación para el apoyo al golpe militar chileno y la participación en los asesinatos de esos dos americanos?
Por la seguridad nacional, naturalmente.