The following is a Spanish translation of “The Evil of the National Security State” by Jacob G. Hornberger. The translation was done for FFF on a complimentary basis by a FFF supporter in Spain. Please share it with your Spanish-speaking friends.
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The following is a Spanish translation of “The Evil of the National Security State” by Jacob G. Hornberger. The translation was done for FFF on a complimentary basis by a FFF supporter in Spain. Please share it with your Spanish-speaking friends.
Las dos palabras más importantes en la vida de los americanos durante los últimos 60 años han sido “seguridad nacional”. El término ha transformado la sociedad americana a peor. Ha pervertido sus principios y valores. Ha atrofiado las conciencias. Ha alterado el orden constitucional. Y ha producido un gobierno, democráticamente elegido, que ejerce poderes totalitarios.
Ahora vivimos en un país cuyo gobierno ejerce la autoridad legal de practicar redadas de personas, inclusive ciudadanos, y mandarlas a campos de concentración, centros de detención o calabozos militares, donde el gobierno puede torturarlas, encarcelarlas indefinidamente y hasta ejecutarlas como sospechosas de terrorismo.
Ahora vivimos en un país cuyo gobierno ejerce la autoridad legal de enviar a sus militares y agentes de inteligencia a cualquier otro país del mundo, secuestrar a personas en él residentes y meterlas en una prisión para su tortura, detención indefinida o incluso su ejecución.
Ahora vivimos en un país cuyo gobierno ejerce la autoridad legal de husmear en los hogares y negocios sin orden de registro alguna; de intervenir sus correos electrónicos, llamadas telefónicas y transacciones financieras; así como de espiar a los ciudadanos.
Ahora vivimos en un país cuyo gobierno ejerce la autoridad legal de apoyar, con dinero y armamento, a regímenes totalitarios en todo el mundo y de asociarse con ellos con el propósito de torturar a las personas que el gobierno de EEUU ha secuestrado.
Ahora vivimos en un país cuyo gobierno ejerce la autoridad legal de asesinar a quien quiera, inclusive ciudadanos americanos, en cualquier parte del mundo, incluso aquí mismo en EEUU.
Ahora vivimos en un país cuyo gobierno ejerce la autoridad legal de imponer sanciones y embargos a cualquier otra nación con severas penas para los americanos y empresas o ciudadanos extranjeros que violen las correspondientes disposiciones.
Ahora vivimos en un país cuyo gobierno ejerce la autoridad legal de invadir y ocupar cualquier país de la tierra, sin declaración de guerra por parte del congreso, con el propósito que sea, inclusive cambiar el régimen y asegurarse recursos naturales.
Y todo esto viene justificado por la rúbrica de la “seguridad nacional”.
La mayoría de las personas convendrá en que ésta no es la clase de país que cree ser América. La nación fue fundada como una república constitucional, cuyos poderes gubernamentales eran sumamente limitados. La idea de plasmar la existencia del gobierno federal en la constitución fue para dejar claro que los poderes de ese gobierno se limitaban a los enumerados en la propia constitución. Para mayor certeza de que todos lo entendían así, el pueblo americano incluyó en la Bill of Rights el pasaje que clarifica aún más las extremas restricciones al poder del gobierno.
Cuatro enmiendas separadas en la Bill of Rights se refieren al poder del gobierno federal de detener tanto a ciudadanos americanos como extranjeros y de causarles daños: la Cuarta, Quinta, Sexta y Octava. Son las relativas a juicio justo, asistencia letrada, acusaciones ante el gran jurado, juicio con jurado, registro e incautación, penas crueles e inusuales, fianza y juicio rápido – cuestiones todas expresamente definidas, reflejando cuan importantes eran para nuestros antepasados americanos y su idea de una sociedad libre.
En la época de la seguridad nacional todas estas cautelas han sido puestas en tela de juicio y arrinconadas por el concepto de seguridad nacional.
Irónicamente, el término ni siquiera figura en la constitución. Uno busca en vano ese otorgamiento de poder relativo a la “seguridad nacional” por todo el documento. No hay tal. Sin embargo, el gobierno ejerce ahora poderes absolutos, unos poderes que jamás haya ejercido la mayor dictadura totalitaria de la historia, bajo la rúbrica de la “seguridad nacional”.
A excepción de los libertarios, apenas nadie la cuestiona o impugna, incluidos los que profesan por la constitución un ardiente fervor. Veamos, por ejemplo, la Cláusula de Comercio Interestatal contenida en la constitución. Durante decenios, libertarios y conservadores han lamentado que el sentido de dicha cláusula se haya ido ampliando hasta hacer de ella un otorgamiento general de poder que faculta al gobierno federal para regular los aspectos más mínimos y localizados de la actividad económica.
También aquí hay una frase, “seguridad nacional”, que no se encuentra en la constitución y que ha sido interpretada para otorgar poderes absolutos, de tipo totalitario, al gobierno federal mientras los conservadores enmudecían.
Otra cosa sería si hubiese habido una enmienda a la constitución estableciendo: “El gobierno federal tendrá el poder de hacer cuanto considere necesario en interés de la seguridad nacional”. Al menos entonces podría uno argüir que tales medidas totalitarias eran constitucionales.
Pero ésta no es la situación en que nos hallamos. Tenemos un gobierno que nos viene con un concepto conocido como “seguridad nacional”, que ha usado luego para adoptar poderes que de otro modo violarían la constitución. Es como si la seguridad nacional fuese el fundamento de la nación, sobre el que descansa todo, constitución, sociedad, ciudadanía, libertad, prosperidad.
Bondad de la seguridad nacional
¿Qué es la “seguridad nacional”? Nadie lo sabe realmente. Hay sí una definición no precisa del término. En realidad es lo que el gobierno diga que es. La seguridad nacional es uno de los términos más vacíos de sentido, más nebulosos y más absurdos de la lengua inglesa; pero, al mismo tiempo, el más importante en la vida del pueblo americano.
Basta con que el gobierno diga “seguridad nacional”, y discusiones y debates cesan. Si el gobierno dice que está en juego la seguridad nacional, se acabó. Los jueces federales desestimarán rápidamente las demandas en cuanto que el gobierno diga “El caso es una amenaza para la seguridad nacional, señor juez”. El congreso parará de inmediato las investigaciones cuando el gobierno alegue que la seguridad nacional está en juego. El ministerio de justicia se someterá al establishment de la seguridad nacional cuando éste saque la tarjeta de la seguridad nacional.
La seguridad nacional, término que ni está en la constitución, prevalece sobre todo. Triunfa sobre los juzgados. Triunfa sobre el ala legislativa del gobierno. Triunfa sobre las investigaciones penales federales. El nebuloso término, que significa siempre lo que quiere el gobierno en un cierto momento, ha pasado a ser el fundamento de la sociedad americana.
¿Qué es el establishment de la seguridad nacional? Lo componen varias agencias, siendo dos de las principales el ingente complejo industrial-militar y la CIA. Estas dos entidades han hecho más por transformar la vida americana que cualquier otra, más aún que el estado benefactor. Son las que aplican las sanciones y los embargos, involucrándose en invasiones, ocupaciones, operaciones de cambio de régimen, golpes, asesinatos, torturas, prisiones indefinidas, “deportaciones” (las infames renditions), asociación con regímenes totalitarios y ejecuciones – todo en nombre de la “seguridad nacional”.
Uno de los más llamativos aspectos de todo esto es el gran éxito que ha tenido el gobierno en convencer a los americanos de dos cosas: que todo ello era necesario para preservar su seguridad y, a la vez, que América ha seguido siendo un país libre pese al hecho de que el gobierno ha adquirido y ejercido poderes totalitarios en aras de preservar la seguridad nacional.
Cuando los americanos ven ejercer tales poderes a países como la Unión Soviética o Corea del Norte pueden reconocerlos fácilmente como totalitarios por naturaleza. Cuando los americanos leen que el gobierno soviético apresaba a su propio pueblo enviándolo al Gulag se revuelven contra el ejercicio de tales poderes totalitarios. La misma reacción muestran cuando oyen que el gobierno norcoreano ha torturado a la gente en su sistema penitenciario. Lo mismo ocurre cuando los americanos oyen que el gobierno chino ha detenido y encarcelado a las personas durante años sin cargos ni juicio.
Pero cuando el gobierno estadounidense hace tales cosas – o bien reclama la autoridad para hacerlas en nombre de la seguridad nacional – el pensamiento del americano medio cambia de registro. No puede ser malo para el gobierno de EEUU ejercer tales poderes, porque los que los ejercen son americanos, no comunistas. Esos agentes llevan la bandera americana en la solapa. Tienen hijos en las escuelas públicas de América. Lo hacen para que estemos seguros. Son de los nuestros. No seríamos libres sin ellos. Están preservando nuestra seguridad nacional.
Otro llamativo aspecto, junto a todo esto, es el modo de pensar en el propio establishment de la seguridad nacional. Aunque están ejerciendo la misma clase de poderes que los regímenes totalitarios, la última cosa que acudiría a sus mentes es que estaban haciendo algo malo o inmoral. Piensan estar combatiendo el mal para defender la seguridad y la libertad. Es cierto que tienen que hacer cosas repugnantes, pero esas cosas son necesarias para salvar a la nación. Los americanos gozamos de seguridad y libertad por lo que hacen y se lo agradecemos.
Por último, como abogados del estado de la seguridad nacional, nos recuerdan con frecuencia que la constitución no es un pacto suicida. Si hay que tomar medidas para salvar a la nación – o la seguridad de la nación – que son contrarias a la constitución, pues que lo sean. ¿De qué valdría observar estrictamente la constitución si con ello la nación cayese en manos de los terroristas o los comunistas?
Así, cuando los funcionarios en los regímenes totalitarios apresan a las personas sin cargos, las encarcelan indefinidamente, las torturan y las ejecutan, lo que están haciendo es malo. Pero, cuando los funcionarios en el estado de seguridad nacional de EEUU hacen las mismas cosas – y más – las consideran buenas, y la población las considera de igual manera, simplemente porque lo hacen para avanzar en la libertad y defender la seguridad nacional de EEUU.
E incluso cuando las cosas no están tan claras, al menos no cuando se trata de la seguridad nacional, hay regímenes totalitarios extranjeros considerados malos, mientras que otros se juzgan buenos. Veamos, por ejemplo, Irán y Corea del Norte, que en opinión del establishment de la seguridad nacional de EEUU son regímenes totalitarios malos.
Pero, por el contrario, Egipto, que ha sido gobernado durante casi 30 años por una brutal dictadura militar, un régimen totalitario que ejerce la misma clase de poder totalitario que ejerce actualmente el gobierno de EEUU. Durante decenios, los agentes militares y de inteligencia egipcios han apresado a las personas, las han llevado a campos de prisioneros por tiempo indefinido, las han torturado y ejecutado sin cargos y sin juicio. Pese a ello, el establishment de la seguridad nacional de EEUU ha considerado largo tiempo como buena a la dictadura militar egipcia por sus estrechas relaciones con ella. En efecto, en los últimos decenios el gobierno de EEUU ha enviado cientos de millones de dólares, en dinero y armamento, a Egipto para ayudar a financiar su dictadura militar totalitaria, ya que existía una estrecha cooperación entre sus respectivos aparatos de la seguridad nacional.
Así, el estado de seguridad nacional egipcio acordó incluso servir como socio del imperio de EEUU para deportación y tortura, relación que permitía a los americanos enviar a Egipto a víctimas de un secuestro para torturarlas.
Régimen bueno, régimen malo
El inframundo de la seguridad nacional resulta a veces aún más nebuloso con naciones que pasan de acá para allá de buenas a malas y viceversa. Veamos a Irán e Iraq, por ejemplo. En 1953 Irán era considerado una amenaza para la seguridad nacional de EEUU. Por eso, la CIA, uno de los principales componentes del establishment de su seguridad nacional, acometió su primera operación de cambio de régimen al derribar al primer ministro, Mohammad Mossadegh, democráticamente elegido, e instalar al shah de Irán en el poder.
Durante los 25 años siguientes Irán fue considerado bueno pese a que el régimen del shah era totalitario por naturaleza. En efecto, la CIA le ayudó a él y a su establishment de la seguridad nacional incluso a oprimir al pueblo iraní. Cuando los iraníes se rebelaron finalmente contra la tiranía impuesta por el estado de la seguridad nacional de EEUU, Irán pasó inmediatamente a ser un régimen malo a los ojos del establishment de la seguridad nacional de EEUU, si bien el nuevo régimen no hacía nada diferente a lo que el régimen del shah había hecho.
Durante los años 80 del pasado siglo, Iraq tenía un régimen totalitario brutal dirigido por Saddam Hussein. Pero era tenido por bueno porque era amigo del estado de la seguridad nacional de EEUU. En efecto, durante dicho tiempo la relación era tan sólida que EEUU incluso suministró a Iraq armas biológicas y químicas de destrucción masiva para que Saddam atacase a Irán (que era considerado como malo).
Después, cuando Iraq invadió Kuwait, el establishment de la seguridad nacional de EEUU reclasificó a Iraq, que paso a ser un régimen malo. Hoy Iraq está gobernado por un régimen democráticamente elegido que ejerce los mismos poderes totalitarios que Saddam, pero es tenido por un régimen bueno porque se lo cree estar de parte del estado de la seguridad nacional de EEUU. Si al final se alinea formalmente con Irán, como muchos creen que hará, volverá a la fila de los malos.
¿Cómo se ha llegado a esto? ¿Cómo se han transformado los EEUU de una república constitucional en un estado de la seguridad nacional? ¿Cómo ha pasado a ser el concepto de la seguridad nacional la estrella guía de la sociedad americana sin siquiera la apariencia de una enmienda constitucional? ¿Cómo se convirtieron el establishment de la seguridad nacional – el inmenso complejo industrial-militar permanente y la CIA – en la base de la sociedad americana?
Cuestión más importante es si un estado de la seguridad nacional es en verdad compatible con los principios de una sociedad libre. ¿Se engañaron los americanos pensando que podían mantener una sociedad libre y segura con un gobierno que ejerce poderes totalitarios? ¿Sacrificaron su libertad, su seguridad, sus valores y sus conciencias en el altar de la seguridad nacional?
Más importante quizá ¿Ha llegado la hora de desmantelar el estado de la seguridad nacional a fin de restaurar una sociedad libre, próspera, pacífica, normal y armónica en nuestro país? ¿Es el momento de restaurar una república constitucional, de gobierno limitado, del tipo que clarividentemente soñaron los padres de la nación
Examinemos estas cuestiones empezando por Cuba.